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El electorado es emocionalmente independiente?
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DEL UNIFORME DEL
CAPITÁN AMÉRICA AL AZUL DESNUDO DEL DR. MANHATTAN: ASCENSO Y CAÍDA DEL
SUPERHÉROE COMO PRINCIPIO DE CONSTRUCCIÓN IDENTITARIA
María José Lucerga Pérez
(Universidad de Murcia)
María José Lucerga Pérez
(Universidad de Murcia)
INTRODUCCIÓN
"¡Justo
cuando un planeta lejano era destruido, un científico colocó a su hijo pequeño
en un cohete que lanzó en dirección a la Tierra!
Cuando
el cohete aterrizó, un motorista que pasaba cerca, al descubrir al niño, lo
entregó a un orfanato.
Los
funcionarios, que no eran conscientes de que la estructura física del niño
estaba avanzada millones de años respecto a la suya, quedaron asombrados ante
su tremenda fuerza.
Al
alcanzar la madurez, el joven descubrió que podía saltar desde un edificio de
veinte pisos, correr más rápido que un expreso ... ¡Y además su piel era inmune
a las balas!
Desde
un principio, Clark decidió usar su fuerza titánica de manera que la Humanidad
se beneficiara de ella. Y así, nació ...
¡Superman!
Campeón de los oprimidos, la maravilla física que juró dedicar su existencia a
ayudar a quienes lo necesitaran".
(Jerry Siegel y Joe Shuster.
Primera aventura de Superman: junio 1938)
En
el año 1933 dos adolescentes de Cleveland, Jerry Siegel y Joe
Shuster, dieron vida a un personaje que vio la luz en las páginas
del fanzine Science Fiction como protagonista del relato
titulado "El reinado del Superhombre". Su nombre era Superman[2] y todavía tardaría algunos años en
llegar al universo del cómic. Fue en junio de 1938, en plena efervescencia
prebélica y en pleno auge de la interesada interpretación que la Alemania nazi
hizo del concepto nietzscheano de superhombre, cuando el Superman que
hoy conocemos apareció en el número 1 de Action Comics con la
caracterización que ha servido para abrir esta reflexión. Acababa de nacer el
primer superhéroe.
Junto
a las evidentes reminiscencias nietzscheanas (o más bien antinietzscheanas) presentes
en el nombre, otras voces y otros héroes nos llegan asociados a este último
heredero del planeta Krypton enviado a la Tierra en una nave por su padre,
salvándolo así de la muerte individual y garantizando de paso la pervivencia de
su especie. Para los descendientes de la tradición judeocristiana, la primera
conexión se establece en forma de cesta de mimbre untada con barro y pez. Ha
sido depositada entre los juncos del Nilo y dentro va Moisés, el futuro
libertador del pueblo de Israel. Asimismo, como señala Román Gubern:
"Superman, como el Gilgamesh
babilonio, es en parte dios y en parte mortal. Su fuerza física le convierte en
un homólogo del Herakles griego o del Hércules romano. Pero, pese a su fuerza,
padece una vulnerabilidad específica a la kryptonita, como les ocurrió a
Aquiles, a Sigfrido o Sansón. Es, además, el protector de Metrópolis, como los
animales totémicos de muchas tribus. Y Umberto Eco ha podido referirse al
"parsifalismo" del personaje".
Por
su parte, Joseph Campbell, recordándonos que pocas cosas hay nuevas bajo el sol
y que los principios generales encarnados en los mitos se renuevan en otros
mitos, nos ofrece las historias de infancia de algunos personajes que también
podemos considerar cercanos a nuestro héroe:
"El
rey Sargón de Agade (hacia 2550 a.C.) nació de una madre de clase baja. Su
padre es desconocido. Se le echó en una canasta de juncos a las aguas del
Éufrates y fue descubierto por Akki, el agricultor, a quien fue traído para
trabajar de jardinero. La diosa Ishtar favoreció al joven. Así llegó a ser, finalmente,
rey y emperador, y adquirió renombre como el dios vivo.
Chandragupta
(siglo IV a.C.), el fundador de la dinastía hindú Maurya, fue abandonado en una
vasija de barro en el umbral de un establo. Un pastor descubrió al niño y lo
adoptó. Un día que jugaba con sus compañeros al juego del Gran Rey en el Trono
del Juicio, el pequeño Chandragupta ordenó que al peor de los delincuentes se
le cortaran las manos y los pies, y luego, a su orden, los miembros amputados
volvieron inmediatamente a su lugar. Un príncipe que pasaba contempló el juego
milagroso, compró a la criatura en mil harshapanas y en su casa descubrió por
señales físicas que era un Maurya.
El
Papa Gregorio el Magno (540?-604) nació de unos nobles gemelos que a
instigación del diablo habían cometido incesto; su madre, arrepentida, lo envió
al mar en una pequeña caja. Fue encontrado y recogido por unos pescadores y a
la edad de seis años fue enviado a un claustro para ser educado como sacerdote.
Pero él deseaba la vida de un noble guerrero. En un barco, fue llevado
milagrosamente al país de sus padres, donde ganó la mano de la reina, quien
posteriormente resultó ser su madre".
El
primer superhéroe nace, pues, con una vocación de continuidad con respecto a
otras figuras que, como él, han sido fundamentales en los procesos de
construcción identitaria de sus respectivos pueblos y sociedades. Encarna los
mismos principios básicos y se materializa a través de mecanismos similares. Al
igual que Moisés con el pueblo judío, Eneas con el romano o Roldán para una
cristiandad en lucha con el islam, Superman o el Capitán América constituyeron
valiosas referencias en la creación y consolidación de la imagen que el pueblo
norteamericano[5] tiene de sí mismo, de los otros y de
su destino. El hecho de que, frente a los héroes anteriormente mencionados, los
superhéroes posean un carácter ficticio por todos asumido no resta fuerza a su
capacidad para simbolizar los sueños y valores de la sociedad que los creó y
que, en cierto modo, fue creada por ellos.
Pero
hay otra cuestión que no podemos dejar de lado: la hegemonía de Estados Unidos
durante los últimos cincuenta años y la integración de sus referentes
culturales en otras sociedades, vía colonización política, económica o ambas a
la vez. Desde esta perspectiva, los superhéroes también han contribuido a
establecer en los otros una imagen del pueblo norteamericano, bien como
poderoso enemigo al que hay que temer o frente al que hay que resistir, bien
como parte de una identidad propia en la que, nos guste o nos pese, la
festividad de Todos los Santos y el tinto de verano comparten espacio simbólico
con la Coca Cola y las calabazas de Halloween.
Sin embargo,
a pesar de su innegable identificación con la sociedad y la cultura
norteamericana del siglo XX, el de superhéroe no es un concepto monolítico,
porque tampoco lo fue nunca el de héroe:
· Como punto de llegada
de las diversas encarnaciones históricas de la figura heroica, en el superhéroe
encontramos desde los atributos del héroe fundador de una colectividad como
Eneas hasta el desdén individualista de un Pechorin o un Lord Byron, presentes
en el Batman recreado por Miller, en el Comediante del Watchmen de
Moore o en múltiples supervillanos.
· Al igual que la propia
sociedad norteamericana, el superhéroe es un concepto mestizo que reúne mitos,
leyendas y tradiciones históricas diferentes. Hércules y Thor se dan la mano
con Arturo y con las divinidades africanas.
· Las contradicciones y
transformaciones sociales, reflejadas en los cambios de autopercepción de dicha
sociedad, han hecho mella en la estabilidad del superhéroe llevándole a
recorrer un camino que, hablando en términos musicales y cinematográficos, nos
conduce desde la épica luminosidad de John Williams y Richard Donner al oscuro
expresionismo de Danny Elfman y Tim Burton. A lo largo de casi setenta años
hemos podido ver a nuestros personajes cambiar de ideales y de enemigos (de los
nazis a los rusos, de los rusos a los vietnamitas y de éstos a los terroristas
árabes). Los hemos contemplado sufriendo crisis que les han llevado a abandonar
su tarea (el Capitán América al descubrir detrás de una conspiración al propio
presidente de Estados Unidos). Los hemos visto integrar las diferentes
fracturas y reconstrucciones sociales (Vietnam en Spiderman, la emancipación de
la mujer con Thundra, Tigra, Red Sonja o Tormenta, el black power con
Luke Cage-Powerman, el orgullo gay con Leatherboy de Craig
Maynard o Inmola y la Legión de la Luna de Joan Hilty, las
minusvalías con Alicia Masters o Daredevil). Los hemos sorprendido traspasando
las fronteras del bien y el mal (la Jean Grey de los X-Men convertida en Black
Phoenix). Y, al hilo de la postmodernidad, hemos descubierto a una sociedad que
se niega a verse reflejada en la figura de un vigilante a quien nadie vigila o,
aún peor, en la de un ridículo tipo enmascarado vestido con colores chillones y
mallas.
Desechando
por tanto de entrada el camino que adoptan con frecuencia las discusiones sobre
la dimensión propagandística de la figura del superhéroe, es decir, su
simplista reducción a los parámetros de lo que se suele definir como
"imperialismo fascista norteamericano", este trabajo se plantea de
una forma bastante modesta los objetivos siguientes:
1. Reflexionar acerca del
superhéroe como principio constructor de un discurso identitario, articulado en
torno al binomio fundamental inclusión/exclusión.
2. Definirlo como último
estadio de la trayectoria heroica, poniendo de manifiesto su similitud con
otras figuras en cuanto a principios y mecanismos constructivos a pesar de una
radical diferencia derivada del carácter de mercancía de los cómics de
superhéroes.
- Mostrarlo como una noción
abierta y dinámica en virtud del principio de percepción
diferencial: el superhéroe no sólo será interpretado de forma distinta
según se esté "dentro" o "fuera", sino que desde
dentro del "dentro" también propiciará apropiaciones diferentes
a lo largo del tiempo.
- Analizarlo a la luz de la
crisis de identidad de las sociedades occidentales finiseculares,
bautizadas como postmodernas.
Para ello
utilizaré como principal referencia una obra emblemática entre los aficionados
al género, en la que se pone en cuestión el propio carácter identitario del concepto
de superhéroe deconstruyendo el binomio inclusión/exclusión y
acentuando el principio de percepción diferencial. Me refiero
a Watchmen de Alan Moore y Dave Gibbons. De forma secundaria
me apoyaré en otra obra publicada el mismo año (1986), que supuso la
reconstrucción del personaje de Batman. Se trata de El regreso del
Señor de la Noche, de Frank Miller[6].
I.- DEFINIR
EL YO DEFINIENDO AL OTRO. LAS FIGURAS DEL HÉROE Y
DEL SUPERHÉROE COMO ENCARNACIÓN DEL PRINCIPIO DE INCLUSIÓN/EXCLUSIÓN
Como
he indicado en la introducción, una línea de continuidad conecta la figura del
superhéroe con los héroes y dioses clásicos, manteniendo vigentes principios y
mecanismos constructivos similares. Pero antes de pasar a describir algunos de
esos mecanismos tal vez sea conveniente detenernos de forma previa en algunos
aspectos de la figura heroica.
Con
respecto al origen, podemos percibir una evolución desde el héroe-dios de las
antiguas civilizaciones (Marduk) hasta el héroe individual e histórico que nace
con el romanticismo[7], pasando por el intermedio semidivino de
personajes como Gilgamesh, Hércules, Aquiles, Eneas e incluso el mismo Jesús o
de otros no por "humanos" menos heroicos como Arturo, el Cid o
Roldán. A la hora de enfrentarnos con ellos podemos prestar atención a dos
dimensiones: acción y percepción social.
Desde
el primer punto de vista, un héroe es quien realiza acciones heroicas. Alguien
que, como señala Campbell, se ve obligado a enfrentar una serie de pruebas para
obtener algo valioso para sí mismo y para la humanidad. Si es aquí donde
detenemos nuestra mirada, lo que importa es el análisis de la figura desde la
perspectiva de la peripecia, de una misión que, como muestran los trabajos de
Campbell, Propp o Greimas, responde a una estructura universal.
También
podemos optar por un acercamiento distinto, definiendo al héroe como aquel que
es percibido como tal por la sociedad. Éste entonces deja de ser
fundamentalmente alguien que actúa para pasar a ser alguien que representa, un
modelo optimizado de los valores que una comunidad entiende como buenos y
propios. La heroicidad se convierte así en una cuestión de percepción y de
consenso, en una concreción de la identidad colectiva. Es importante recordar
que dicha identidad no refleja tanto lo que somos como lo que creemos
que somos o lo que querríamos ser. Y que esto, a su vez,
se define frente a lo que creemos que no somos y a quienes
creemos no ser. En otras palabras, la articulación del nosotros necesita
de la definición de un otro. Por eso, detrás de cada héroe siempre
hay un antagonista y detrás de cada superhéroe un villano. Tal vez también por
esta razón ha resultado tan desasosegante la experiencia del último siglo.
Descubrirnos al lado de Darth Vader en el reverso tenebroso no sólo ha dado al
traste con nuestras definiciones acerca del Bien y el Mal; de igual forma ha
barrido la frontera entre quienes somos y quienes no somos. Es posible que
debajo de los desesperados intentos de recuperación del concepto de Mal absoluto
(Bin Laden, el terrorismo islámico, el imperialismo yankee, el nacionalismo
separatista) y de las discusiones en torno al hecho diferencial siga
latiendo el miedo provocado por esta crisis unido a los vientos de
globalización en su acepción neoliberal.
Ahora
bien ¿dónde entra en esta reflexión la figura del superhéroe? Para Rafael Marín[8], el superhéroe no es otra cosa que una
hipertrofia del concepto de héroe tradicional dada por los superpoderes (que lo
conectarían con los dioses) y por una conexión mantenida a través de una
función –realizar acciones heroicas– y dos virtudes –valentía física y rectitud
moral–, que se asocian a dos conceptos básicos en cualquier discurso
propagandístico: AMENAZA y LEGITIMIDAD.
Esta
conexión no es ni implícita ni fortuita. Por el contrario, es reconocida por
los propios creadores de superhéroes:
· Stan Lee y Jack Kirby,
padres del universo Marvel, hablaban de los superhéroes como el actual cauce de
los mitos latinos, nórdicos y sajones, y no está de más recordar que Thor forma
parte del panteón Marvel.
· Jack Kirby, en una
entrevista concedida a la revista Amazing Heroes recogida por
Rafael Marín[9], señalaba lo siguiente:
"Las historias de superhéroes
son el equivalente de hoy de las leyendas de los dioses. Son una forma de
trascendernos. Una forma de entretenernos. Realmente no existen cosas tales
como dioses, pero están en nuestras propias interpretaciones de estas cosas.
Ellos son nosotros. No son sólo individuos; son representaciones de la humanidad.
Los dioses son más grandes que nosotros porque son todos nosotros.
Naturalmente, siendo todos nosotros, tienen que ser presentados de una manera
poderosa. Los dioses representan nuestro potencial para el bien y para el mal.
Hacen a gran escala lo que nosotros mismos somos capaces de hacer, para lo
bueno y para lo malo".
· Los creadores de
Superman, Jerry Siegel y Joe Shuster, concibieron a su héroe como una mezcla de
Hércules y Sansón, aparte de las otras conexiones que hemos señalado
anteriormente. Algunos autores, como Gaston Soublette[10], incluso llegan a teorizar con la doble
identidad de Superman como metáfora del mesías judío.
· Wonder Woman desciende
de las Amazonas mitológicas.
· El grito de guerra del
Capitán Marvel, SHAZAM, procede de las iniciales de Salomón, Hércules, Atlas,
Zeus, Aquiles y Mercurio.
· La Liga de la Justicia
conecta con los Caballeros de la Tabla Redonda.
· El héroe-villano de Watchmen,
Ozimandias, construye su carrera siguiendo literalmente los pasos de Alejandro
Magno y adopta como propio el nombre griego de Ramsés II.
Una
vez ha quedado clara la continuidad en cuanto al origen, podemos pasar a
examinar la figura del superhéroe como principio identitario, articulando la
reflexión alrededor del binomio inclusión/exclusión, que se
naturaliza a su vez como oposición bien/mal. Ambos toman cuerpo en
una red de oposiciones secundarias.
1.-
Nosotros/ ellos
1.1.-A nivel
individual, esta oposición se concreta en la pareja héroe/villano o,
lo que es lo mismo, en valores asumidos por el colectivo social vs
transgresión de dichos valores. En los cómics clásicos suelen negarse las
raíces estructurales del mal, reflejándose éste casi siempre en figuras
singulares. Ejemplos de este tipo de villano son el Lex Luttor de Superman, el
Duende Verde de Spiderman o el Joker de Batman.
1.2.-
A nivel colectivo, nosotros/ellos se vierte en la
oposición aliado/enemigo, siendo el último un concepto abierto a la
evolución histórica. Así, el Capitán América ha luchado contra los nazis en la
II Guerra Mundial, contra el comunismo en Corea y Vietnam, contra Sadam Hussein
en la Primera Guerra del Golfo y contra Osama Bin Laden[11]. La figura del traidor se perfila como
un elemento de transición que simboliza el "Mal que está
dentro".
1.3.-
Una tercera concreción la podemos observar en el contraste superior/inferior.
Al igual que el héroe, el superhéroe nace como la encarnación de la
superioridad: de sí mismo sobre la colectividad y de la colectividad que lo ha
erigido como héroe sobre otras colectividades. Ésta es una de las oposiciones
identitarias básicas en los totalitarismos y en los colonialismos y atraviesa
desde los discursos de Hitler hasta las aventuras de Allan Quattermain, de
Indiana Jones o del Capitán América.
2.- Dentro de la ley/fuera de
la ley
La segunda
gran oposición que sirve para aterrizar el principio de inclusión/exclusión en
los cómics de superhéroes es dentro de la ley/fuera de la ley. En
un primer estadio, los superhéroes se ubican en el lado izquierdo del par.
Superman, Batman, Spiderman o casi todos los héroes de Watchmen (Justicia
Encapuchada, la Polilla, Espectro de la Seda, el primer Búho Nocturno,
Rorschach, etc.) luchan fundamentalmente contra la delincuencia, entendida ésta
como atentado contra la vida, contra la seguridad o contra la propiedad
privada. Sin embargo, en los cómics postmodernos como el Batman de Miller los
mismos superhéroes se colocarán en el extremo opuesto, pasando de representar
una protección a representar una amenaza y a ser considerados traidores o enemigos
por sus propias sociedades. La lucha entre Superman (dentro) y Batman (fuera)
en El regreso del Señor de la Noche o la aprobación del Acta
Keene de 1977 en Watchmen, por la cual son declarados "fuera
de la ley" todos los encapuchados, a excepción del Comediante y el Dr.
Manhattan que trabajan para el Gobierno, son una muestra de esta evolución.
Llevada a su extremo, esta oposición confluye con la primera en el par propio/extraño, poniendo
en crisis el papel del superhéroe como principio de inclusión/exclusión,
como veremos más adelante. El Batman que resucita a sus
cincuenta y tantos años o la pura fuente de energía que representa el Dr.
Manhattan no son "uno de los nuestros" ni se sienten como tales.
II.-
EXPRESIÓN FORMAL DEL PRINCIPIO DE INCLUSIÓN/ EXCLUSIÓN: LAS
MARCAS DE LA HEROICIDAD
Los
paralelismos funcionales entre héroes y superhéroes tienen su correlato en
fórmulas de presentación y expresión similares. Éstas son algunas de ellas:
2.1.-
Fuerza sobrehumana
Unas
condiciones físicas por encima de la media son el primer atributo que hace
poderosos y temibles (o seguros y protectores) a héroes y superhéroes. La
fortaleza física, ya sea regalo de los dioses, natural o desarrollada en
gimnasio, es algo que comparten Gilgamesh, Hércules, Sansón, Aquiles, Héctor,
el Cid, Roldán, Lanzarote del Lago, Sigfrido, el Capitán América, Batman,
Superman, Hulk, los protagonistas de Watchmen e incluso unos
simpáticos superhéroes galos: Astérix y Obélix. He aquí unos cuantos botones de
muestra:
"El conde Roldán no se
resguarda nada; acomete con la azcona mientras le dura el asta: a los quince
golpes la ha roto y perdido. Desnuda su buena espada Durandarte, aguija el
caballo y ataca a Chernublo. Le rompe el yelmo en el que brillan los
carbunclos, le parte la cabeza y la cabellera; y le partió los ojos, la faz y
la blanca loriga, que es de menuda malla, y todo el cuerpo hasta la
horcajadura. A través de la silla, recamada de oro, la espada se ha detenido en
el caballo: le parte el espinazo sin buscar las junturas y lo derriba muerto en
el prado junto a la lozana hierba"[12].
"Cogí una lanza y alcé la mano
para bajar la celada,
con espíritu combativo, presto a
destrozarlos.
Avancé largo trecho y arremetí
adelantándome;
el inmenso ejército permanecía en
orden y tranquilo.
Cuando les abordé, gritaron al
verme: "¡Ha perdido la razón!".
Entonces avanzo, con fuerte brazo,
hacia el centro de la tropa,
golpeo a un hombre y su montura; la
muerte hacia el sol los lleva,
mi lanza está rota; empuño la espada
alabando a quien la templó.
Cayendo sobre ellos como un halcón
dispersa el vuelo de la perdiz,
lanzaba a uno contra otro
amontonando caballos y hombres.
Quien yo derribaba daba vueltas como
un mosquito;
por completo exterminé las dos
primeras columnas.
Todos me rodearon y a mi alrededor
se libró el gran combate;
golpeo y ellos caen, sangre a
borbotones vierto,
el hombre por mí hendido sobre
su caballo como alforja pende;
donde yo aparecía, ellos huían,
tanto pavor les inspiro".
"¡Voy a entonar un himno a
Gilgamesh, el héroe!
A Gilgamesh, que tras haber sido
creado,
lo hizo perfecto en su figura el
poderoso dios...
A Gilgamesh lo crearon en su figura
los grandes dioses.
El dios Sol del Cielo le dio la
virilidad,
el dios de la Tempestad le dio el
heroísmo.
De este modo crearon los grandes
dioses a Gilgamesh.
Su figura llegó a once codos de
altura,
de su pecho la anchura era de nueve
palmos.
Recordemos
además que Sansón mató él solo a mil filisteos y, con una imagen que vale más
que mil palabras, la portada del primer número de Superman nos lo muestra
levantando sin esfuerzo un coche en el que viajaba un grupo de delincuentes,
con una iconografía cercana a nuestro guerrero San Miguel.
2.2.-
Poderes sobrenaturales
Poderes que
los hacen cercanos a los dioses y que pueden haber sido adquiridos por
nacimiento –como ocurre con Superman o los X-Men–, por accidente –como en el
caso de Los Cuatro Fantásticos, Hulk, Spiderman o el Dr. Manhattan[15]–, con ayuda de "la poción mágica de
Panorámix" o como fruto de experimentos científicos.
2.3.- Armas
letales o que prestan invulnerabilidad
"Cuando los dioses, sus padres,
vieron la eficacia de su
palabra,
le saludaron alegremente:
"¡Sólo Marduk es el rey!".
Y le entregaron el cetro, el trono y
la insignia real.
Después le dieron el arma sin rival,
que lanza a tierra a los
enemigos:
"¡Vete, pues a cortar la
garganta a Tiamat
y que los vientos lleven su sangre a
lugares secretos!".
Habiendo fijado el destino del
Señor, los dioses, sus padres,
le hicieron ir por el camino del
éxito y de la dicha.
Él se construyó un arco y lo destinó
a ser su arma;
le colocó una flecha y le tensó la
cuerda.
Para blandir su maza la agarró con
su derecha
y colgó el arco y el carjac a su
costado.
Dispuso sobre su frente el relámpago
y rodeó su cuerpo con ardientes
llamas;
hizo una red para atrapar en ella a
Tiamat,
reunió a los cuatro vientos para que
nada de ella escapara:
el viento del Sur, viento del Norte,
viento de Este, el
viento
del Oeste.
Colocó a su costado la red, regalo
de su padre Anu;
creó además el viento Malvado, el
Huracán, la Tempestad,
el viento Cuádruple, el viento
Séptuple, el viento Devastador,
el
viento Irresistible.
Habiendo soltado estos vientos, que
había creado en número
de
siete,
se lanzaron detrás de él para
remover el interior de Tiamat.
Entonces el Señor suscitó el
Diluvio, su arma poderosa,
y montó el terrorífico carro
Tempestad Irresistible.
Había enjaezado y uncido a él un
tiro de cuatro caballos:
el Destructor, el Implacable, el
Devastador y el Veloz,
de abiertas mandíbulas y con dientes
cargados de veneno,
preparados para la destrucción,
ignorantes del cansancio.
Se hizo colocar a su derecha los
terroríficos Golpes y
el
Combate,
a su izquierda la Batalla que
elimina los regimientos.
Como armadura estaba cubierto con
una coraza terrorífica
y su cabeza estaba cubierta con un
horrendo resplandor.
Y muchas
otras armas famosas que a todos nos suenan y que hacen temblar de terror a los
enemigos: la Excalibur de Arturo, las Tizona y Colada del
Cid, la Durandarte de Roldán, el martillo de Thor, el rayo de
Júpiter, el escudo del Capitán América, las telarañas de Spiderman, las
cuchillas de Lobezno, ...
2.4.-
Emblemas
Símbolos de
la identidad, fuerza y superioridad del superhéroe, cumplen la misma función
que los estandartes, pendones y distintivos de las batallas y torneos
medievales. Algunos de los más conocidos son la S de Superman, el murciélago de
Batman, la Z del Zorro, la A del Capitán América, la doble D de Daredevil, la
araña de Spiderman, el átomo de hidrógeno del Dr. Manhattan.
2.5.-
Uniformes
Una de las
primeras cosas que hace el joven Peter Parker cuando descubre sus nuevos
poderes arácnidos es diseñar cuidadosamente el uniforme que le mostrará al
mundo, aunque al comienzo él sólo lo quiera para ganarse la vida como luchador.
Recordemos que en la descripción de los dioses y héroes clásicos o en la de los
paladines caballerescos su vestimenta, como forma de presentación y exhibición
de poder ante los demás, es fundamental. En el caso de los superhéroes
norteamericanos, los colores y símbolos presentes en la bandera (azul, rojo,
barras, estrellas) han sido motivo recurrente, así como los motivos militares
(escudos, cascos, etc.). No obstante, con el paso del tiempo el uniforme ha
adquirido un cierto tinte ridículo que nos hace percibirlo como algo más
cercano a lo circense (mallas, colores estridentes) y que incluso hace ver a
algunos conexiones con el mundo gay (la prieta musculatura que se adivina bajo
el ajustado disfraz o el negro y el cuero en Batman). En los capítulos de Bajo
la máscara, –supuestas memorias del primer Búho Nocturno que se
incluyen en Watchmen–, Moore muestra abiertamente esta doble
faz del uniforme superheroico, puesto totalmente en evidencia cuando el Dr.
Manhattan decida adoptar como atuendo único su azul desnudez, pasando de llevar uniforme
a ser uniforme:
"El traje de un aventurero
enmascarado es una de esas cosas en las que nadie repara nunca. ¿Debería tener
capa, o no? ¿Debería ser grueso y estar blindado, para protegerme de
cualquier daño, o ser flexible y ligero de manera que pudiera moverme con
comodidad? ¿Qué tipo de máscara debería usar? ¿Acaso los colores brillantes te
convierten en un objetivo más visible que los oscuros? Tenía que considerar
todo este tipo de cosas.
Al final, opté por un diseño que
dejaba los brazos y piernas con la mayor libertad posible, a la vez que me
protegía el torso y la cabeza con una gruesa túnica de cuero, algunos adornos
hechos de cota de malla y una capa de cuero sobre cota de malla que me protegía
la cabeza. Hice experimentos con la capa, recordando cómo la Sombra empleaba su
capa para que sus enemigos dispararan a zonas de la masa negra en las que no
había ninguna parte de su cuerpo. Sin embargo, en la práctica acabé dándome
cuenta de que era muy poco manejable. Siempre estaba tropezándome o enredándome
con cosas, así que la abandoné por un atuendo tan simple como fuera posible".
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2.6.- La
máscara
Como
el yelmo de los paladines o las metamorfosis de Zeus, la máscara personaliza y
despersonaliza, muestra y oculta una identidad que por su lado desconocido
puede resultar terrible. La máscara genera miedo en el otro y seguridad entre
los nuestros, pero lo que hay debajo de ella resulta desasosegante para ambos.
Aparte de las referencias clásicas, debajo de la máscara del superhéroe laten
la herencia del pulp y la novela por entregas, con personajes como la
Sombra, The Phantom, la Pimpinela Escarlata o el Zorro.
Pero la
máscara, como símbolo de la doble personalidad del superhéroe, también puede
utilizarse para reflejar la oposición dentro/fuera. Mientras
Bruce Wayne es un respetado millonario, el disfraz que Miller le presta
convierte a Batman en un peligroso antisistema. Particularmente interesante es
el uso que hace Moore de este recurso con el personaje de Rorschach, un
lunático que adopta como rostro una imagen similar a las del famoso test y que
se convierte en el único vigilante que no se retira tras el Acta Keene,
quedando oficialmente proscrito.
2.7.-
Animales
Aparecen
como compañeros o como símbolos de identidad de héroes y superhéroes, pero en
general son un mecanismo de expresión del dominio sobre la naturaleza, bien a
través de la fuerza (Hércules y el león de Nemea), bien a través de la ciencia
(el lince Bubastis, creado por Ozimandias mediante ingeniería genética en Watchmen).
Mencionamos como ejemplos a Bucéfalo, Babieca, Rocinante, la piel de tigre de
Tariel en la obra de Rustaveli o los murciélagos en Batman.
2.8.- El
carácter dinástico
Héroes y
superhéroes son depositarios de un poder trascendente que se perpetúa por
encima de individuos y del devenir histórico, de forma similar a lo que ocurre
con los dioses y determinadas concepciones de la realeza. The Phantom,
por ejemplo, era un rol que debían representar los primogénitos de la dinastía
de Sir Christopher Standish. En Watchmen, los Justicieros son
un grupo que toma el relevo de los primeros enmascarados, conocidos como Los
Minutemen. Dan Dreiberg ocupa el lugar de Hollis Mason como Búho Nocturno y
Laurie Jupiter el de su madre Sally. En el Batman de Miller, Robin es un papel
que pasa a ser desempeñado por una chica.
2.9.- Las
fuerzas de la naturaleza
La tradición
heroica clásica ofrece una visión de la naturaleza como algo temible,
incontrolable y azaroso, dependiente de un poder justiciero o caprichoso al que
hay que temer y obedecer (o al menos no disgustar). Así se muestran a los
mortales los dioses griegos, así llega Eneas hasta Cartago y así podemos
percibirlo en las dos versiones del Diluvio recogidas en el Poema de
Gilgamesh y el Génesis. En el caso de los
superhéroes, esta concepción se reinterpreta a la luz de la tradición
científica positivista y los descubrimientos de las nuevas energías, aliados
con el mito del progreso. La naturaleza es controlable, y quien tiene el
control tiene el supremo poder. Los X-Men o los Cuatro Fantásticos, con su
relación con las energías y principios vitales, pueden ser buenos ejemplos de
ello. Sin embargo, y al hilo de las crisis energética y ecológica del último
cuarto del siglo XX, este mito también se resquebraja en el universo de los
superhéroes. Como manifiesta la existencia de Hulk –al igual que un siglo antes
lo habían hecho Jeckyll y Hyde– el poder no garantiza el control y el máximo
control puede resultar temible incluso para los de dentro. Así, un
personaje como el Dr. Manhattan, pura energía y pura racionalidad, despierta
terror no sólo por su poder absoluto, un poder que lo convierte en el máximo
exponente de la supremacía militar norteamericana, sino por su progresiva
exclusión del ámbito de lo humano. Con Manhattan, el héroe vuelve a ser
incontrolable como los dioses clásicos pero no porque represente una fuerza
irracional o un principio científico o moral inamovibles. El Dr. Manhattan es
el héroe que simboliza nuestro miedo a los excesos de la modernidad.
2.10.-
Colosalismo
Como han
demostrado sobradamente el arte y la mitología clásica, incluyendo al propio
Miguel Ángel Buonarotti, el tamaño sí que cuenta a la hora de someter y mostrar
el poder o la divinidad. El cómic de superhéroes recoge esta herencia
apoyándose en la imaginería colosalista del fascismo y del realismo soviético.
El duelo de titanes entre Batman y Superman en Miller y las apariciones del Dr.
Manhattan en Watchmen muestran abiertamente la fuerza
propagandística de estos mecanismos.
Hasta aquí
hemos hablado del héroe/superhéroe temible para el enemigo y protector para los
suyos, pero en la construcción de esta figura se ponen en juego otro tipo de
recursos destinados a potenciar su inclusión como parte del nosotros. Constituyen
el lado humano del superhéroe.
· Cuando el superhéroe se
quita la máscara
Debajo
del uniforme y el aspecto poderoso, nuestros superhéroes llevan una existencia
cotidiana a menudo anodina. Clark Kent trabaja en el Daily Planet y
ama en secreto a Lois Lane, Peter Parker estudia en el instituto y más tarde en
la Universidad mientras se gana la vida como fotógrafo de prensa, Bruce Wayne
es un respetado hombre de negocios,Matt Murdock –Daredevil– es abogado. Pocos a
su alrededor sospechan esa doble identidad, pero no importa porque la inclusión
en el nosotros funciona en el ámbito donde realmente debe
funcionar, en el lector.
· La vida familiar
tradicional
El Cid es padre y marido ejemplar,
los Cuatro Fantásticos son una familia más o menos convencional, Peter Parker
vive con su encantadora tía May. Smallville, el paraíso de infancia de
Superman, es una actualización del tópico “menosprecio de corte y alabanza de
aldea” pasado por el filtro de la paleta de Norman Rockwell.
· El fiel compañero
Dejando aparte las tradicionales
interpretaciones homosexuales que pudimos ver, por ejemplo, en el cartel del
Día del Sida que el Colectivo Nacional de Gays y Lesbianas editó en 2003,
héroes y superhéroes cuentan con un camarada con el que comparten misiones y
afectos y que les ayuda a desarrollar su lado humano. Gilgamesh y Enkidu,
Tariel y Avtandil, Aquiles y Patroclo, el Cid y Minaya Alvar Fáñez "el
burgalés complido", Roldán y Oliveros, Astérix y Obélix,
Sherlock Holmes y Watson, Arturo y Lanzarote, D. Quijote y Sancho, Batman y
Robin, el Capitán América y Bucky. Frente a ellos, la soledad es síntoma de
exclusión bien sea mental (Rorschach), bien sea moral (Dr. Manhattan). Y es que
el superhéroe, en su revisión postmoderna, está –como el vampiro– condenado a
la soledad radical.
· La amada
Reviviendo los tópicos del amor
cortés, todo superhéroe tiene una Dulcinea que le integra en el nosotros pero
que nunca podrá alcanzar del todo, al igual que nunca podrá ser del todo uno de
los nuestros. La incapacidad de amar del Dr. Manhattan es una de las señales
más evidentes de su alejamiento del ámbito colectivo.
· El talón de Aquiles
En el caso de Sansón es su melena,
en el de Superman la kryptonita y en el Batman de Miller su envejecimiento. La
posibilidad de debilidad humaniza e incluye; la carencia de ella aterroriza y
deshumaniza.
La
confluencia de estos mecanismos con los anteriormente expuestos se ha utilizado
históricamente para resaltar tres dimensiones de la figura del
héroe-superhéroe:
- EL HÉROE COLECTIVO, que
comunica un mensaje fundamental: yo soy vosotros. Éste es un mensaje
esencial en los procesos de construcción identitaria y el es que transmiten
a los griegos los héroes homéricos, Eneas como germen del pueblo romano,
Arturo en sus orígenes como caudillo bretón frente a los sajones, el Cid
frente a los moros, Ricardo Corazón de León como legitimación
de la dominación normanda o los héroes-nación construidos o reconstruidos
en el siglo XIX a la luz del concepto de pueblo (Ivanhoe,
Rob Roy o William Wallace). El Capitán América y Superman son los dos
ejemplos más claros en el caso de los superhéroes.
- EL HÉROE TERRIBLE: comunica un
mensaje de poder-fuerza, disuasorio frente a enemigos, protector frente a
los suyos. Se le admira y se le obedece porque se le teme.
- EL HÉROE LEGÍTIMO: legitimador,
encarnador y defensor de nuestra noción de bien y de nuestra propia
identidad.
Estas
dos últimas dimensiones están presentes en general en todos los superhéroes y
ya hemos ido insinuando cómo son puestas en entredicho en los trabajos de Moore
y Miller. Pero, en cualquiera de sus manifestaciones, el superhéroe nace para
cumplir una de estas funciones:
· Defender, restaurar
o mantener un orden previo
Es tarea de los héroes antiguos o
los héroes épicos como Roldán. Es lo que hacen los irreductibles galos de la
aldea de Astérix y lo que harán el Capitán América y Superman. En este sentido,
los héroes y superhéroes funcionan casi como mecanismos de retroalimentación
que buscan integrar los elementos discordantes en el sistema sin que éste
cambie de umbral o expulsar a los extraños partiendo de la falsa base de que es
posible volver a un estado de inocencia original (como muestran los
significativos y repetitivos banquetes finales de las aventuras de Astérix).
· Instaurar un orden
nuevo frente a la degradación, basado en principios morales universales y por
encima de poderes temporales
En estos casos el cáncer –lo otro–
está dentro del sistema, llámese Reagan, Nixon, mafias o delincuencia
organizada. La pureza sólo se puede alcanzar fuera de él, por lo que hay que
destruir para refundar. Cuando el superhéroe asume esta función deriva hacia
concepciones anarquistas (Batman en El regreso del Señor de la Noche, Rorschach
en Watchmen) o totalitarias (Ozimandias en Watchmen), casi
siempre una confluencia de ambas.Pero al igual que en el primer caso se
presupone falsamente que existe un estadio original, en éste se asume que se
puede hacer tabula rasa. Tal vez por eso muchas de estas obras
toman como punto de inicio un escenario apocalíptico (fin del mundo, tercera
guerra mundial, invasión extraterrestre), un caos primigenio que hay que
ordenar. Este segundo superhéroe entronca con otros conceptos como son el héroe
maldito decimonónico (el pirata de Espronceda) y el superhombre en
su per-versión fascista. Se trata de personajes enfrentados a
la comunidad, con una estricta moral propia en conflicto con la moral
convencional. Son un trasunto de Harry el Sucio con leotardos y antifaz. Para
llegar al superhombre por encima de toda moral, con poderes propios de Dios y
absoluta indiferencia por lo que es el bien y el mal, por quién está dentro y
quién fuera, por quién vive y quién muere deberemos esperar al Dr. Manhattan. A
medio camino entre ambos se encuentra el héroe-villano de Watchmen, Ozimandias.
III.-
BUSCANDO ENTRE VIÑETAS EL FAMOSO EJE DEL MAL
La aparición
del Otro como Mal dentro del universo del
cómic toma la forma de dos categorías principales:
3.1.- El
villano
Al igual que
en el caso del superhéroe, el de villano no es un concepto
estático. Nacido como la personificación del Mal absoluto (por ejemplo, el
Joker en Batman o Kingpin en Daredevil) es también heredero de Luzbel en su
dimensión de ángel caído. De hecho, la construcción que la serie
televisiva Smallville ha hecho del personaje de Lex Luttor se
mueve en este terreno y, en cierto sentido, también el Magneto de X-Men. En
otras ocasiones, la villanía es una escisión de la personalidad (Duende Verde
en Spiderman) que hace que en un mismo personaje convivan sin comunicarse bien
y mal. Incluso nos encontramos con villanos que lo son por un destino
inexorable (Galactus en los Cuatro Fantásticos). En cualquiera de los casos el
mal es siempre tan inmenso y tan complejo (o tan pequeño y simple) como el bien
que se defiende. Si el bien se encarna en valores de la moral individual, el
mal se verá reflejado en el concepto de delito. Si se trata
del American Way of Life, un bien colectivo, el mal de las
décadas de los 50 y 60 será todo individuo o sistema político que atente contra
él. Si con la crisis de los años ochenta el bien es un concepto de fronteras
abiertas que ha perdido la mayúscula en el camino, el villano arquetípico se ha
convertido en Moloch the Mystic, un personaje inspirado en Mandrake el Mago que
contradice su nombre de dios destructor y que sobrevive como un pobre
desgraciado al que la crisis de los superhéroes de Watchmen ha
privado también de su identidad.
3.2.- El
enemigo
El Mal
absoluto como categoría política ha ido variando al compás de la evolución
histórica de los gobiernos y la sociedad civil norteamericana. Si los primeros
superhéroes nacían luchando contra los nazis, los últimos llegarán a combatir a
su propio presidente, acusándolo de traicionar los principios básicos de la
nación o negándose a participar en la invasión de un país cuyo nombre se parece
sospechosamente al de Irak. Por otro lado, la misma dinámica social reescribirá
varias veces la historia de los superhéroes, acomodándolos a los cambios. Así
nos encontramos con casos como los que expone Eduardo Guzmán Novoa[18]:
· Originalmente,
Spiderman fue picado por una araña radiactiva que simbolizaba el peligro
nuclear pero en la actualidad se habla de un accidente de ingeniería genética.
Uno de sus villanos, Camaleón, era un espía soviético reconvertido en
mercenario que se vende al mejor postor.
· En sus inicios, Iron
Man fue capturado por los comunistas en Vietnam, combatió al soviético Dínamo
Rojo, al Hombre de Titanio y a la saboteadora soviética Viuda Negra. Su
principal enemigo, el Mandarín, era un agente de la China roja; ahora es un
supercriminal mundial que planea dominar el mundo.
· Capitán América: luchó
contra nazis, fascistas y comunistas. En la Guerra del Golfo se editó una
portada similar a la del número 1 (1941), sustituyendo a Hitler por Sadam
Hussein.
· Hulk ha renacido varias
veces. Primero su accidente se produjo por culpa de un saboteador comunista,
luego la culpa se trasladó a un extraterrestre. En la versión cinematográfica
de Ang Lee el villano es su padre pero él siempre ha llevado dentro de sí las
semillas de esa otra personalidad. Su antagonista el Líder es hoy un villano
apolítico que quiere conquistar el mundo.
Articulándose
en función de los mismos principios, Bien y Mal son susceptibles de
interpretaciones diferentes en grupos diferentes o incluso dentro del mismo
grupo en momentos distintos. Lo importante, no obstante, es que cada
interpretación será tenida como única y definitiva por el grupo que la
sustente.
IV.- EL
HÉROE NUEVO Y LA QUIEBRA DE CERTEZAS
Las
revoluciones ideológicas y políticas de los siglos XVIII y XIX trajeron consigo
nuevas relecturas del concepto de héroe, que perdió parte de sus atributos para
ganar otros, dando origen a nuevos tipos que entrarán a formar parte de la
identidad del moderno superhéroe.
- Por
un lado, la pérdida de la centralidad de la religión como principio organizador
de la vida y el pensamiento se traduce en una pérdida de fe: no hay
Dios, no hay dioses, no hay héroes. Trascendencia y omnipotencia dejan
de revelarse a través de figuras individuales y concretas.
- La
consolidación del mito de la Razón se traduce en el asesinato de los mitos no
racionales.
- Los
dos puntos anteriores desembocan entre otras consecuencias en una crisis de los
referentes morales de Mal y Bien. Junto a la moral racional discurre la
corriente individualista y, a la larga, relativista representada por Sade.
- La
paulatina (o violenta) desaparición de las monarquías absolutas pone de relieve
el carácter humano y transitorio del poder.
- Las
convulsiones nacionalistas llevan al surgimiento del concepto de pueblo pero
al mismo tiempo evidencian la dificultad de reificar el Estado-nación en
fronteras concretas.
Todas estas
tendencias van a cristalizar en el siglo XIX en renovadas visiones de la figura
heroica. De su mano, junto a los héroes “de toda la vida” nos encontraremos con
el héroe romántico en su versión de héroe-pueblo, símbolo de una
nación primigenia y del que ya hemos hablado anteriormente. Pero también con el
héroe oscuro, amoral o poseedor de una moral única que le sitúa por encima de
su colectividad. Éste será el héroe consagrado por la literatura con personajes
como Fausto, Dorian Gray, Don Juan Tenorio, el Capitán Nemo, el Pechorin de
Lermontov o el propio Lord Byron. Su poder funcionará mediante la imposición de
la moral individual o el temor a su amoralidad. Significativamente, el destino
de la mayoría de ellos será trágico, es decir, reinstaurador del orden social y
moral frente al cual se rebelaban, imprimiendo una nueva dimensión a la función
propagandística de la figura heroica al asociarla a las nociones de castigo
ejemplar y arrepentimiento. Este concepto tardará en
llegar a la literatura de superhéroes, coincidiendo con la
crisis de certezas de los años ochenta y con los procesos de deconstrucción de
todos los mitos de la modernidad.
Otros mitos
decimonónicos, presentes en la literatura popular, nos conducen por un camino
que hará su última escala en el superhéroe:
A.- El
Aventurero exótico, cuyo principal referente es el Allan Quattermain
de Las minas del rey Salomón (H. Ridder Haggard) y que ha sido
revisado en una línea cada vez más paródica por Steven Spielberg y Harrison
Ford en la saga de Indiana Jones. Este héroe, encarnación de la supremacía
occidental, simboliza el mito del PODER COLONIAL.
B.- El
Detective: evidentemente, el paradigma es Sherlock Holmes, nacido en
1887 de la pluma de Arthur Conan Doyle en su Estudio en escarlata.
Holmes representa el discurso del poder intelectual, el mito de la LÓGICA
DEDUCTIVA como modelo de conocimiento y como camino hacia el Bien. De hecho,
algunos[19] lo consideran el primer superhéroe.
C.- El
Vampiro, leyenda
milenaria que irrumpe como mito para la cultura occidental con tres relatos del
siglo XIX: El vampiro de John William Polidori (1819), Carmilla de
Joseph Sheridan Le Fanu (1872) y, sobre todo, Drácula de Bram
Stoker (1897). El vampiro –más en los dos casos masculinos que en la
protagonista femenina de Le Fanu– es el símbolo del MAL POR ANTONOMASIA aunque,
con la llegada del cine (Murnau, Tod Browning, Terence Fisher, Coppola, Neil
Jordan,...), asumirá cada vez más rasgos del héroe maldito, desdibujándose su
faceta de villano.
D.- Al lado
de todos ellos, como abierto triunfo de los instintos y carencia absoluta de
moral ocupa un puesto destacado Mr. Hyde, el alter ego del
humano Jeckyll ideado por Stevenson.
Curiosamente,
todas estas figuras se han reunido en uno de los cómics de superhéroes más
atípicos de la historia del género, creado de nuevo por su gran
destructor-reconstructor, Alan Moore, con la colaboración como ilustrador de
Kevin O´Neill. Hablamos de The League of Extraordinary Gentlemen, ambientado
en la Inglaterra de finales del XIX y protagonizado por:
- Mina Murray:
esposa de Jonathan Harker y que oculta tras un pañuelo la mordedura de Drácula.
- Allan
Quattermain: envejecido y drogadicto, perdido cualquier atisbo de su legendaria
heroicidad.
- El Dr. Griffin,
más conocido como El hombre invisible de H.G. Wells.
- El capitán Nemo,
el más oscuro de los héroes de Julio Verne.
- Edward Hyde y su
rostro humano el Dr. Jeckyll (su faceta heroica sólo surge en la primera de sus
personalidades).
- Auguste Dupin, el
famoso investigador de Los crímenes de la calle Morgue de
Edgar Allan Poe.
- Y, ocupando un
importante papel en la trama, Sherlock Holmes y su archivillano particular el
profesor Moriarty.
Pero a lo
largo de los siglos XIX y XX también asistiremos a la consolidación del antihéroe,
bien en su versión trágica, bien en su versión paródica, ambas presentes en las
numerosas relecturas que se hacen de su arquetipo más universal: el Quijote.
Asimismo, estas dos vertientes son la base de muchos de los grandes
protagonistas de la narrativa del siglo XX –desde el Leopold Bloom de Joyce al
Ignatius Reilly de John Kennedy Toole– y llegan hasta nuestros superhéroes con
personajes como los que encarnan el segundo Búho Nocturno o Laurie Jupiter
en Watchmen o, por recurrir a un ejemplo más paródico y
castizo, como nuestro Super López.
V.-
DESMONTANDO AL SUPERHÉROE CON AYUDA DE LA POSTMODERNIDAD
Las décadas
de 1980 y 1990 suponen una crisis estructural del cómic de superhéroes, tanto
en lo que a figuras como en lo que a modelos narrativos se refiere. Al hilo de
la postmodernidad, ya se ha repetido en varias ocasiones a lo largo de este
trabajo, se produce una quiebra de sentido que afecta al concepto de superhéroe
y su legitimidad. Ambos se deconstruyen, se critican, se ridiculizan o se
debate abiertamente sobre su carácter de instrumento propagandístico. Dos obras
de mediados de los años ochenta, El regreso del Señor de la Noche (Miller,
1986) y Watchmen (Moore, 1986-87), abren la puerta a este
camino por el que transitarán los cómics finiseculares. La obra de Miller
desembocará en una resurrección-reconstrucción de Batman, invistiéndolo con
unos principios ideológicos que le acercarán al anarco-fascismo norteamericano
y su discurso de destrucción del sistema para instaurar un nuevo orden regido
por un ser o un grupo de seres moralmente superiores. Por su parte, la obra de
Moore, mucho más compleja estructural y narrativamente hablando, llevará a cabo
una lúcida reflexión sobre la figura del superhéroe y su papel social. Por eso
me voy a centrar esencialmente en ella, deteniéndome en tres aspectos que ya se
han ido insinuando:
5.1.-
La crisis del principio de inclusión/exclusión, que podemos detectar en los
siguientes aspectos:
- Límites
borrosos entre héroe y villano, que dejan de encarnar las nociones del
Bien y Mal absoluto. El Comediante de Moore es un cínico sin principios que
representa lo peor de la política exterior norteamericana y no duda en asesinar
a la mujer vietnamita que espera un hijo suyo. Ha descubierto que la vida no
tiene sentido y ha decidido tomársela a su manera. Sólo cuando se enfrente a un
horror inconmensurable al descubrir la isla y los planes de Ozimandias mostrará
algún resto de moralidad. Rorschach, que está convencido de que "hay bien
y hay mal, y el mal debe ser castigado", recurre sin mayores problemas a
la tortura y el asesinato para detener a matones y delincuentes. El Dr.
Manhattan colabora impasible en la matanza de Vietnam y es el único que
silencia la responsabilidad de Ozimandias porque percibe la lógica de su
actuación y le parece la posibilidad más racional. Ozimandias, el héroe-villano
y en teoría el más liberal de los encapuchados de Watchmen, no
pestañea cuando decide acabar con media ciudad de Nueva York en aras de un bien
superior .
- Deslizamiento
del par nosotros/ellos. Los superhéroes pasan de ser modelos del nosotros a
encarnar una amenaza. Los enemigos aparentes en Watchmen –los
rusos– no son los responsables reales del Mal, aunque siguen siendo
considerados enemigos hasta después de la catástrofe. Se trata, pues, de un
deslizamiento diferente al que plantea Orwell en 1984 aunque
tiene consecuencias similares. En esta emblemática obra –casi un tratado sobre
la propaganda– enemigo y mal son redefinidos
constantemente desde un poder visible que tiene capacidad para reescribir la
Historia borrando todo rastro de la misma. El enemigo pasa a ser amigo sin
quede constancia de que una vez fue lo primero. En Watchmen la
Historia no se reescribe; se cambia su rumbo pero sin borrarla. No obstante, el
descubrimiento de que "los otros" no son los que creíamos sino
"uno de los nuestros" se acepta sin que nadie se rasgue las
vestiduras. Manhattan no ama al Gran Hermano –es incapaz de amar– pero lo
entiende. De hecho, es él quien elimina a Rorschach para que no hable. Dan
Dreiberg y Laurie Jupiter tampoco aman al Gran Hermano pero se rinden ante la
evidencia y optan por cambiar de vida y de identidades.
- Crisis
de la oposición superioridad/inferioridad. Si Ozimandias acaba representando
el Mal, el resto de superhéroes de Watchmen resultan patéticos
y se muestran en su debilidad:
"Estaba Dólar Bill, una
estrella atlética de la Universidad de Kansas, que en realidad había sido
contratado como superhéroe personal por uno de los grandes bancos, cuando se
dieron cuenta de que la moda de los enmascarados hacía que fuera muy positivo,
desde el punto de vista de sus clientes, el contar con un superhéroe particular
(...) Mientras trataba de frustrar un atraco en uno de los bancos de su contratante,
su capa se enredó con la puerta giratoria del banco y fue acribillado a
bocajarro antes de que pudiera liberarse. Los creativos contratados por el
banco habían diseñado su traje como un atractivo publicitario".
Los
villanos no quedan mucho mejor parados. El Capitán Masacre es recordado por
Dreiberg y Laurie Jupiter como un infeliz masoquista que buscaba el
enfrentamiento para excitarse sexualmente. Pero en realidad, detrás de la
decadencia del villano se esconde la del propio superhéroe:
"Uno de los mayores problemas a
los que nos enfrentamos los héroes enmascarados de la época era la ausencia de
criminales enmascarados de cierta relevancia. No creo que ninguno de nosotros
fuera consciente de cuánto necesitábamos a aquellos payasos hasta que
comenzaron a desaparecer. Si al final eras el único que aparecía disfrazado por
la calle, acababas pareciendo estúpido. Si también había villanos disfrazados,
la cosa no era tan mala, pero sin ellos todo era muy embarazoso".
Por
su parte, el Batman de Miller es un viejo que aguanta mal los combates a pesar
de su fortaleza.
-
Desplazamiento del péndulo de la protección hacia la amenaza. Los superhéroes de Moore y Miller
pasan de ser los máximos defensores de la ley a encontrarse fuera de ella. Es
en este terreno donde se muestra de forma más evidente la evolución en la
percepción diferencial de esta figura:
a. Los
debates televisivos que sirven como hilo conductor en la obra de Miller nos
proporcionan interpretaciones muy diferentes del personaje y las acciones de
Batman.
b. El
enfrentamiento Superman/Batman no se resuelve de forma definitiva a favor de
uno o de otro y deja entrever que, en realidad, Batman es lo que a Superman le
gustaría ser.
c. Watchmen nos
dibuja un panorama de revueltas populares durante los años 60-70, en el que
comienzan a verse las primeras pintadas con la frase de Juvenal Who
watches the watchmen? y que desembocará en la aprobación del Acta
Keene de 1977.
d. La
oposición radical entre el Dr. Manhattan y el Comediante vs Rorschach y la más
fluida entre Búho Nocturno-Laurie Jupiter vs Ozimandias (es decir, los que se
retiran a la fuerza pero les gusta haberse retirado y el que se retira antes de
tiempo pero en realidad no se ha retirado). Esta segunda oposición cambia las
tornas totalmente al final de la obra, ya que Ozimandias, lejos de haberse
retirado, crea el nuevo orden como también intentará hacer Batman. Ozimandias y
el Dr. Manhattan parten de una identidad inicial que sigue manteniéndose a
pesar de la lucha, al sancionar el segundo las acciones del primero. En cuanto
al par Rorschach-Ozimandias comparten el descontento con respecto al orden
establecido y el derecho a instaurar uno diferente pero sus valores son
radicalmente opuestos y así serán percibidos por la sociedad.
-
Ruptura del esquema desorden-orden, mediante el mecanismo narrativo del cierre en falso.
Tanto la obra de Moore como la de Miller suponen el descenso del paraíso
rockwelliano al infierno apocalíptico. Ambas parten de una noción de desorden
(u orden caduco) que hay que destruir para instaurar una nueva situación, sea
ésta de paz mundial –fin último de Ozimandias– o de dominación sobre el
desorden por un grupo de elegidos, meta de Batman. Aunque los cierres de ambas
obras son diferentes –triunfo de Ozimandias, fracaso de Batman–, comparten un
nexo común que tiene que ver con el carácter engañoso de la
instauración-restauración final. En Watchmen se produce una
falsa instauración de un orden nuevo donde los superhéroes se convierten en
seres caducos (la vida normal de Búho Nocturno y Laurie) o en outsiders (la
muerte de Rorschach, el definitivo exilio a Marte de Manhattan). Pero en la
última viñeta el diario de Rorschach, donde ha dejado constancia de todo lo
ocurrido, asoma entre la pila de documentos que utiliza como relleno el
panfleto anarco-fascista New Frontiersman mientras R.R.
(alusión a Ronald Reagan aunque en la obra se hable de Robert Redford) se
presenta a las elecciones presidenciales. En cuanto al relato de Miller, el
entierro de Batman se ve sucedido por una poderosa escena final donde
encontramos al Señor de la Noche (desaparecido para el mundo) reorganizando su
ejército de mutantes.
5.2.-
En segundo lugar, las marcas distintivas del discurso propagandístico del
superhéroe tradicional se usan en estas obras de forma hiperbólica con dos
fines principales: deconstruirlo o cargarlo con un sentido contrario
al habitual. Por ejemplo, el colosalismo fascista de Miller o la conexión con
héroes clásicos presente en la identificación Alejandro-Ozimandias no se
utilizan para mostrar la dimensión protectora del superhéroe sino su carácter
de amenaza. Veamos algunas otras muestras de este tipo de recursos:
- Si
una de las principales marcas de identidad de un superhéroe eran sus poderes
sobrenaturales, en Watchmen ningún enmascarado los
tiene salvo el Dr. Manhattan. Ozimandias los adquiere, pero mediante tesón y
dominio de la tecnología.
- Las armas
letales o que prestan invulnerabilidad son sobre todo artilugios
tecnológicos que se presentan en muchas ocasiones como fruto de una adolescente
afición al bricolaje. En general, los Minutemen y Justicieros
prefieren la fuerza bruta.
- Emblemas
y uniformes: ya hemos visto que Moore se ríe abiertamente de ellos
en Bajo la máscara y que lo que realmente impresiona es
el no uniforme del Dr. Manhattan.
- La
máscara: siguiendo un camino similar al uniforme y los emblemas, se
presenta como signo de patologías o fuente de serios inconvenientes. En esta
línea, la primera salida de Hollis Mason como Búho Nocturno está a punto de
costarle la vida por un problema con ella.
- El carácter
dinástico toma claros tintes de decadencia en Watchmen, con
la historia de los Minutemen y los Justicieros, manifestándose claramente en la
primera reunión de los segundos, convocada por un superviviente como el Capitán
Metrópolis.
- El control
sobre las fuerzas de la naturaleza queda en entredicho por la propia
existencia del Dr. Manhattan.
Algo
similar ocurre con los mecanismos de humanización:
- El
lado humano se presenta como un lastre en Batman y como un deseo o una
imposibilidad en Watchmen. De este modo queda claro que los superhéroes no
son parte de la comunidad.
- En
cuanto a la vida familiar normal, Batman carece de ella (de hecho,
su personaje surge de esa carencia tras el asesinato de sus padres), mientras
que las familias y parejas que aparecen en Watchmen (Sally y
Laurie Jupiter, su marido y el Comediante, Laurie y Manhattan, Rorschah y su
madre) son una buena muestra de la crisis del concepto de familia tradicional.
Por otra parte, ya hemos visto que la moralidad de bastantes de ellos deja
mucho que desear (el Comediante intenta violar a Sally, ésta se enamora de
él,...). En consecuencia, estos nuevos superhéroes carecen de
legitimidad.
- El
fiel compañero: quizás ha sido Batman el superhéroe que ha puesto en
entredicho esta característica de forma más definitiva, tanto por la supuesta
homosexualidad de la pareja Batman-Robin, parodiada ya en la serie ultrakitsch
de los años sesenta, como por la transgresión que supone la aparición de una
Robin femenina que sigue llamándose así en El regreso del Señor de la
Noche.
- El
talón de Aquiles: al ser muestra de debilidad, ésta es una dimensión
que se acentúa en los superhéroes postmodernos. Batman no es el único héroe que
envejece. Los protagonistas de Watchmen también cumplen
demasiados años, se retiran o son retirados, son asesinados, sienten el dolor y
pueden ser vencidos. A excepción del Dr. Manhattan y a despecho de Ozimandias,
son humanos y precisamente por eso su discurso de poder puede ser cuestionado e
incluso ridiculizado. Carecen de fuerza al igual que carecen de legitimidad.
Frente a arquetipos inamovibles con pretensiones de eternidad como Superman,
estos nuevos superhéroes evolucionan, cambian y muestran desgarradoramente su
incapacidad para encarnar unos valores absolutos y universales que han sido
puestos en tela de juicio al igual que ellos.
5.3.-
La crisis del personaje como crisis de narratividad
La
revolución de las formas narrativas de principios del siglo XX tardó algunas
décadas en llegar a la viñeta, y lo hizo de la mano de la transformación que
estamos describiendo en los personajes. En el análisis que Eco hace del mito de
Superman destacan dos características que tienen que ver mucho con la cultura
de masas y su papel dentro de los mecanismos de reproducción social. Nos
referimos a la iteración y a la redundancia. La primera implica la repetición
prácticamente sin variaciones de la misma estructura episodio tras episodio en
las aventuras de Superman; la segunda se relaciona con la escasa información
que los episodios posteriores aportan a la historia y al personaje. Aunque la
forma de producción del cómic y su carácter de mercancía (los cortos plazos de
entrega, la necesidad de conectar con el mayor número de lectores de la forma
más rápida y sencilla posible, su fundamental intención de entretener, el
perfil adolescente de la mayor parte de su público, la necesidad de alargar la
saga para mantener las ventas) determinan la existencia de ambas es innegable
que estos recursos contribuyen de forma definitiva a la consolidación de
mensajes y de formas de ver integradoras y tranquilizadoras, tal y como ocurría
con la sucesión de aventuras casi idénticas en la narrativa caballeresca.
Asimismo se genera en el lector una sensación de coherencia y cohesión tanto de
texto como de universo, la misma que parece estar presente en las repeticiones
de series de versos del Enuma Elish, el Poema de
Gilgamesh o los cantares de gesta medievales, más allá de la mera
necesidad de que el oyente no perdiera el hilo de una narración que casi
siempre llegaba hasta él de forma oral.
Para
Eco estas características también sirven para reflejar la no evolución y el
carácter heterodirigido del personaje de Superman y, como él, de muchos de
los héroes de la cultura de masas. Nuestro héroe se mueve en círculos dentro de
un mundo cerrado, tanto en el plano espacial (Smallville-Metrópolis) como
temporal (cada episodio parece partir de cero y desarrollarse en un tiempo
neutro donde es difícil percibir un transcurso y una progresión). Sin embargo,
no todos los héroes poseen ese carácter estático. La aventura heroica es
generalmente una aventura iniciática en la que se produce un crecimiento físico,
intelectual o moral al tiempo que funciona como un proceso de adquisición de
legitimidad. Gilgamesh descubre al final de su peripecia la inexorabilidad de
su condición mortal, el Perceval del Cuento del Grial de
Chrètien de Troyes sufre una profunda transformación a lo largo de su recorrido
y sus diferentes encuentros, como le ocurre a su postmoderno alter ego Jeff
Bridges en la peculiar interpretación que Terry Gilliam hace de la leyenda del
Rey Pescador. La radical evolución del personaje de Alonso Quijano es lo que
separa al Quijote de las otras novelas de caballerías. Incluso
el propio Clark Kent ha acabado recorriendo este camino ofreciéndonos una
versión del proceso de construcción de su dimensión heroica en la recreación
televisiva de sus aventuras como adolescente.
Estas
fórmulas de la narración clásica, destinadas a construir y consolidar la figura
que hemos descrito en las primeras páginas de este trabajo, entran en crisis al
mismo tiempo que dicha figura. Manteniendo ciertos rasgos de la narrativa de
masas (carácter episódico, publicación por entregas, constitución de un
universo propio), en los años ochenta nos enfrentamos a una ruptura de las
convenciones narrativas de un género estructurado hasta entonces como discurso
tranquilizador, emergiendo como texto a través de los mecanismos siguientes:
- Intertextualidad o,
recuperando la expresiva metáfora musical bajtiniana, polifonía: Watchmen es
una sabia mezcla de voces y de géneros. La transición entre cada capítulo se
realiza intercalando documentos ficticios que reproducen diferentes modalidades
narrativas o argumentativas. Las supuestas memorias de Hollis Mason, primer
Búho Nocturno, se ofrecen al final de los tres primeros capítulos. Un trabajo
académico del Dr. Milton Glass, "Dr. Manhattan, poderes y
superpoderes", cierra el capítulo IV. El artículo "Un hombre sobre
quince cofres del muerto", sacado de la Tesorería de Cómics Isla del
Tesoro pone el broche final al capítulo V. En el capítulo VI nos encontramos
con la ficha policial y varios informes psiquiátricos de Walter Joseph Kovacs,
alias Rorschach. La séptima entrega finaliza con un artículo sobre ornitología,
centrado en la figura del búho y escrito por el segundo Búho Nocturno Dan
Dreiberg. El capítulo VIII reproduce un número del New Frontiersman,
el IX parte de la correspondencia y entrevistas de Sally Jupiter, el X la
correspondencia comercial y una descripción del método Veidt y el XI una
entrevista de Doug Roth a Adrian Veidt-Ozimandias. Dentro de la propia
narración también está presente la pluralidad de voces, que sustituyen a la
perspectiva única y dirigista del narrador omnisciente: el diario de Rorschach,
el monólogo interior del Dr. Manhattan, el cómic de piratas que lee el chaval
del quiosco de forma paralela a la evolución de los acontecimientos, la
narración en primera persona de Ozimandias. Múltiples puntos de vista que
fragmentan el universo superheroico y nos transmiten una visión caleidoscópica
y no lineal que exige un esfuerzo interpretativo ajeno al discurso único de la
propaganda.
- Ruptura de
la temporalidad lineal: el universo paralelo de Watchmen es fácilmente
localizable en el tiempo (1985), gracias sobre todo a las fechas del diario de
Rorschach, pero sin embargo en él se rompen todos los moldes del tiempo lineal.
El flash-back es uno de los recursos utilizados con mayor frecuencia, aunque es
sobre todo en el capítulo IV donde asistimos a la disolución de las dos
categorías básicas en la experiencia humana: espacio y tiempo. Desde Marte,
adonde ha huido tras ser acusado de provocar el cáncer a las personas que han
convivido o trabajado con él, el Dr. Manhattan reproduce su historia tal y como
él la vive, desde la simultaneidad de lo que ha ocurrido, lo que está
ocurriendo y lo que va a ocurrir. Pasado, presente y futuro forman en él un
tiempo amalgamado que Moore nos traslada a viñetas. No por casualidad el padre
de nuestro superhéroe es relojero y transmite esa afición al joven Jon, la
causa del accidente que le hace morir y renacer como Manhattan está relacionada
con un reloj y el nuevo universo que crea en Marte tiene la forma de un inmenso
mecanismo de relojería.
-
Final abierto frente al cierre de los episodios heroicos tradicionales: Alan
Moore señala que lo que separa a los enmascarados de la mayoría de los mitos es
que las aventuras de éstos no terminan. Pero, como hemos visto, que las
aventuras de Superman no acaben nunca no quiere decir que cada episodio no sea
en sí mismo un episodio cerrado, que funciona como única historia. Watchmen, ya
se ha indicado, propone un falso cierre que deja la puerta abierta no sólo a
una posible continuidad de la trama sino a una pluralidad de interpretaciones.
¿Qué significado tiene un final con el diario de Rorschach en una publicación
de extrema derecha? ¿Está diciéndonos lo mismo que Miller con su interpretación
de Batman o más bien evidenciando la carencia de legitimidad de los discursos
tradicionales y la inexistencia de una línea divisoria entre los buenos y los
malos?
-
Finalmente, la hiperbolización de recursos y clichés del género se
utiliza como elemento desautomatizador que aprovecha el reconocimiento del lector
para romper con sus expectativas, obligándole a realizar una lectura
absolutamente opuesta a la que hasta el momento había realizado.
VI.- A MODO
DE CONCLUSIÓN: REGRESO DEL SUPERHÉROE Y NOSTALGIA DE LA IDENTIDAD
Mientras
escribo sobre la crisis del principio de construcción identitaria y sobre
sociedades postmodernas que hace veinte años comenzaron a cuestionarse a sí
mismas cuestionando la superheroicidad, renace con nuevos ímpetus
la necesidad desesperada de encontrarnos en referentes comunes que nos definan
como colectividad y de ubicarnos al lado del bien dejando claro dónde se
encuentran el otro y el mal. Individualismo y relativismo han demostrado ser
compañeros de viaje tan peligrosos como lo fueron los mitos de la modernidad,
pero un movimiento pendular parece volver a encaminarnos hacia esa otra orilla
olvidando en el camino una de las más valiosas herencias que la segunda mitad
del siglo XX nos ha permitido recuperar: la noción de complejidad. Con el retorno
de los discursos identitarios los superhéroes de siempre (Hulk, los X-Men,
Spiderman, Batman o Daredevil) recuperan parte de su espacio simbólico saltando
del papel a las pantallas de los cines de todo el planeta. Sin embargo,
aquellos que esperan reencontrarse con viejos conocidos suelen llevarse
desagradables sorpresas. Como el tupí que tañe el laúd que menciona Gruzinski, Drácula
es hoy tanto Bela Lugosi como Gary Oldman y Superman ya no puede desembarazarse
de la silla de ruedas de Christopher Reeve sin dejar de ser Superman. Por eso,
el superhéroe que regresa, aunque se llame igual que hace cuarenta o cincuenta
años, ya no es el mismo personaje. Actualizando los valores de las sociedades
que lo recuperan es más oscuro, más complejo y con más fisuras. Representa a
comunidades más abiertas y lábiles donde el nosotros es
cambiante y más amplio. No obstante, me temo, entre los rasgos de su nuevo
discurso identitario sigue asomando la imagen de un otro que, sin ser llamado
explícitamente malvado en aras de la corrección política, es ahora definido
como más simple, más cerrado (fundamentalista), más frío (dispuesto a todo para
conseguir su fin) y –especialmente importante entre los mitos de Occidente de
este nuevo milenio– menos democrático.
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