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sábado, 26 de julio de 2014

La lectura sugerida.

La razón psicológica y emocional en las campañas en

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PSICOLOGIA

LECTURAS SUGERIDAS PARA APUNTES VITALES.

Política lacaniana: el suspenso del futuro para leer un domingo de Julio...

Mauricio Tarrab

Buenos Aires • Español

Se me plantearon dos cuestiones al preparar esta breve intervención. La primera es anecdótica ya que me pregunté cómo presentar un libro que no es ya un material novedoso. Ya Uds. no solo lo conocen, sino que ya lo conocían antes de que fuera un libro, cuando fueron siendo publicadas las clases en la Colección Diva; además seguramente ya lo leyeron, lo estudiaron, lo exprimieron, utilizaron seguramente algunas de sus ideas en algna discusión política, etc, etc, etc. Lo efimero de la novedad es una desventaja.

El segundo problema es menos anecdótico y más político. Porque me pregunté como presentar un seminario de política dictado por J.A. Miller, sin ser arrastrado a esa variante lamentable que a veces se deja escuchar entre nosotros, y que en lo que él denomina en este Seminario "la política general", es decir la política a secas, se llama tener una posición políticamente correcta.

Me parece que sería muy poco hacer de los principios de política lacaniana solo una una brújula para lo políticamente correcto. No es esa a mi juicio la posición de J.A. Miller respecto de esos principios, sino que más bien los interroga, los cuestiona, los exprime, en fin los utiliza.

En este libro se presentan problemas cruciales, encrucijadas donde se anudan lo político, lo clínico y lo epistémico en el psicoanálisis, lo individual y lo colectivo, así como el acto y sus consecuencias.

1. El peso del presente

En estas seis clases se percibe una disciplina: el esfuerzo por formalizar en medio de los acontecimientos.

Este Seminario se dicta en medio de la crisis que prepara Barcelona. Estas clases son un formidable contrapunto con la desenfrenada y fascinadora ola de chismes y basura que circulaba por Internet durante esos mismos días.

Miller, va extrayendo en ellas "principios de política lacaniana" del texto de Lacan. Se percibe que está leyendo en esos textos -a la luz de los momentos institucionales que vivía Lacan- la estructura de los problemas cruciales del psicoanálisis. Va mostrando como esos textos y aún los conceptos estan a su vez atravesados por los acontecimientos.

Nos presenta a un Lacan que formula su política en el campo de los hechos, y que esa política misma es producto del cruce de los fundamentos de su enseñanza y de esos hechos institucionales que atraviesa.

De este modo presenta Jacques-Alain Miller a un Lacan político, sin mistificación alguna. Un Lacan de principios radicales, pero también de un "realismo sin ilusión", que el autor eleva al nivel de uno de los principios de política lacaniana (p. 55).

Un Lacan en la juntura entre clínica e institución, entre tesis e hipótesis, entre la soledad del acto y los otros.

Un Lacan políticamente antidogmático y heterodoxo respecto de su propia enseñanza, que puede retroceder sin vacilar para reformular sus principios, sus propios fundamentos, no solo en el plano de su enseñanza, cosa que J.A. Miller ha demostrado insistentemente, sino también en el plano de la acción política.

Ubicado este seminario en su propio tiempo, es decir en el nuestro, muestra también cómo esos fundamentos lacanianos de la accción política, son puestos en acto para afrontar la conmoción en medio de la cual se encontraba la AMP (Asociación Mundial de Psicoanálisis), es decir en medio de la cual nos encontrabamos todos tomados y el mismo Miller, al momento de dar esas clases.

Es decir que lo primero a ubicar como crucial es el contexto de estas seis clases, que se extienden entre fin de noviembre de 1997 y fin de mayo del 98, un mes antes de Barcelona. Aunque el Seminario mismo, en un punto, toma una distancia decisiva de los acontecimientos: "Trato de detenerme para reflexionar acerca de lo que sucede, enmarcado por significantes."

Este seminario muestra cómo se encuentran yuxtapuestos acontecimientos y formalización.

Un esfuerzo de formalización que por un lado los supera, pero que también esta empujado por ellos, en nudo que la anécdota no puede explicar. Miller mismo dice en un momento de que no ha podido hacer que ese fuera un ámbito preservado del ruido de los acontecimientos. Aunque uno puede adivinar que en esa incomodidad se desplaza firmemente soportando el peso del presente.

Se percibe en estas clases una disciplina implacable: la de perseverar en hacer valer las consecuencias clínicas de la enseñanza de Lacan en la política institucional.

Es un horizonte hacia el que se despliega la voluntad de construir una política para el psicoanálisis después de Lacan en acto, que ponga a prueba la relación entre la enseñanza de Lacan y la práctica institucional.

2. La epopeya del pasado: Lacan, la IPA o cómo arreglarselas con el grupo analítico

Miller recorre los hitos de la epopeya de Lacan para situar las relaciones con la IPA. De su propio encuentro con Etchegoyen, extrae un principio de tolerancia. Pero estas palabras de tolerancia que Miller -a mi juicio para desalentar optimismos llama enunciados huérfanos- hacen contrapunto con la palabra oficial de O. Kenberg. Al estudiar las diferencias entre la ética de la intención y la ética de las consecuencias, define estas palabras de O. Kenberg como "una orden de prohibición de contacto" (p. 98).

Lo que quiero resaltar, de este recorrido que hace por las relaciones de Lacan con la IPA, es la manera en que en cortocircuito Miller hace evidente un punto que está ahí en el texto, en la práctica de Lacan. Me refiero a la cuestión de subrayar que Lacan presenta a la Escuela como "experiencia inaugural".

Lo señala no solo en el sentido de la diferencia en que Lacan se plantea, respecto de Freud, como arreglarselas con el grupo analítico; sino en el sentido de una ruptura. Una ruptura que no es cualquiera. Si la Escuela es una experiencia inaugural, entonces -es la conclusión de J.A. Miller- la Escuela de Lacan no está en continuidad con "la tradición histórica continua desde los descubrimientos constitutivos del psicoanálisis" (p. 21).

Es inaugural, su legitimidad, la legitimidad de la Escuela y de todo lo que le sigue -entre lo que nos contamos cada uno, pero tambien nuestra Escuela- no se funda en la tradición sino en el acto de Lacan.

Lo obvio se hace evidente como sorpresa: "Ninguno de los grupos referidos a Lacan pueden autorizarse en una tradición continua, institucional, desde los origenes del psicoanálisis." Casi nada!

J.A. Miller muestra que eso es así no solo por los acontecimientos -la excomunión de Lacan- sino también por la decisión de Lacan de afrontar la cuestión del grupo analítico a partir de asumir las consecuencias de su enseñanza -que los acontecimientos le presentan-, en el punto en que ésta pone en el centro de la cuestión, lo real alrededor del cual Lacan ordena su institución.

Extrae en relación a esto un bello y heroico principio de política lacaniana: "No ceder frente a lo real en juego en la formación del psicoanalista." Propongo pensar, ya que él no lo formula de una manera explícita- que Miller propone que un balance entre semblante y real es necesario para afrontar en la institución analítica la relación entre los psicoanalistas y el psicoanálisis. El exceso de ceremonia en el que confió Freud protege, pero también hace desconocer ese real... un grupo sin ritos es el otro extremo.

Modula la cuestión al ubicar que se trata de pensar un dispositivo institucional que remueva los obstáculos al movimiento de la transferencia de trabajo.

Habría que reflexionar sobre estas razones, y sobre este balance entre semblante y real, a la hora de pensar la relación y las diferencias entre la AMP y la IPA.

Lacan seguiría siendo siempre -eso no puede ser cambiado-, como lo dice el texto de Estocolmo inaceptable como didacta; y nosotros por ahora -como lo escribe O. Kernberg- rechazados y "combatidos por promover prácticas clínicas que son incompatibles con las normas establecidas por la IPA". Encrucjada entre Real y Semblante en la relación entre clínica y política.

Las buenas intenciones no han cambiado nada hasta ahora al nivel de la "Wirklichkeit", de la "realidad efectiva" (p. 99). Es lo que Miller enseña en la última cláse de este libro.

3. Clínica y política son inseparables en el psicoanálisis lacaniano

Así como hay una relación entre la estructura de la Escuela y la enseñanza de Lacan como su aglama, hay una relación inseparable que se pone en evidencia entre clínica y política, como consecuencia de aquella.

Miller muestra cómo desde la Proposición, con su "nueva definición del psicoanalista", Lacan lo indica, lo hace evidente, lo demuestra en los hechos institucionales.

La clínica, orientada por una política de la cura -su orientación a lo real-, produce llevada hasta el final un psicoanalista; definido como tal desde entonces por su análisis y no por su práctica. El nudo entre clínica y política está apretado y esto significa asumir hasta el final los efectos que la clínica revela y asumirlos precisamente al nivel del grupo analítico. Hacerse cargo de ese real, decirlo bien.

Hacerlo decir una vez más será la cuestión del dispositivo del pase. Y será al mismo tiempo afrontar entre sus resultados la cuestión de la relación entre los analizados y la Escuela. El problema fue planteado entre nosostros por Miller en el Seminario del post-analítico: el problema de cómo relacionar al analizado con la institución analítica.

En esta perspectiva de una relación inseparable entre clínica y política, se aprecia que tanto en la clínica como en la política están incluidas las incidencias de la época, es en ese contexto que al examinar los modelos de fin de análisis propuestos y que constituyen uno respecto del otro una inversión de signo, señala: "Finalmente, el modelo propuesto por el pase, por la vertiente del objeto a estuvo en consonancia con la actitud subersiva respecto de la autoridad que prevalecía en los años 60-70."

Los acontecimientos se meten en los conceptos, los hechos en los principios, las tesis se acomodan a las hipótesis.

Son estas las concesiones de una política vacilante respecto de los fundamentos del psicoanálisis?

O hay ahí mismo un principio de política lacaniana no formulado y que nos deja entrever?

Se puede leer también que ese nudo entre clínica y política no está asegurado. Las vicisitudes que tuvo, a partir de la Proposición, la puesta en marcha del dispositivo del Pase lo demuestran.

El pase como "acontecimiento clínico" y el pase como "apuesta institucional" son en la orientación lacaniana inseparables. Pero eso debe ser asegurado en acto.

4. La gestión de una nueva norma Y El suspenso del futuro

Al oponer las dos éticas, la ética de las consecuencias y la ética de la intención, J.A. Miller ubica lo que llama un principio cardinal de política lacaniana: "El acto depende de sus consecuencias."

Y esas consecuencias se resuelven al nivel del Otro, de los otros, de nosotros.

El suspenso del futuro, del futuro del psicoanálisis sí, pero el de nuestra comunidad, se deriva de este principio. Pues nada asegura el acto sino lo que vendrá.

Parafraseo a Jacques-Alain Miller, al decir que la historia está incompleta porque el acto, juzgado por sus consecuencias, la abre al futuro.

Dando una nueva vuelta a la cuestión, ubica justamente ahí "el realismo de Lacan": el acto debe tener en cuenta al Otro. Y eso es también un principio fundamental de acción política.

"Estamos en la gestión de una nueva norma... todos los días... tal vez es la primera vez que se encuentran yuxtapuestas y sin idea preconcebida, la referencia histórica subversiva, y nuestro momento presente, que en una parte considerable es normativo."

Estamos en la gestión de una nueva norma, esa nueva norma es el Pase, por efecto de su extensión y difusión se produce con la condición de ceñirse estrechamente a la regla. Y de eso Jacques-Alain Miller asume explícitamente la responsabilidad: "No encontré otro sesgo más que su promoción para hacer efectivo el pase." Eso tiene además la consecuencia política, entre otras de demostrar y de hacerse cargo, que hay psicoanálisis lacaniano también fuera de Francia, lo que no es poco ni poco problemático.

El Pase es entonces presentado como la nueva norma en nuestra comunidad, y su funcionamiento justifica sobradamente los aspectos administrativos que arrastra.

Porque lo subersivo del pase debe ser alojado en el dispositivo puesto en acto, para no ser un ideal inalcanzable, o solo una referencia histórica en el museo de las cosas impracticables.

Cuando plantea (p. 86) "una aproximación más contemporanea del pase", donde comienza a discutir la cuestión del AE (Analista de la Escuela) permanente o transitorio, presenta un contrapunto entre la experiencia institucional de Lacan y la nuestra. Un contrapunto para situar situar lo que hacemos.

Pone como ejemplo de esa diferencia la cuestión de las Conversaciones, refiriéndose a las Conversaciones de Paris. Dice de estas, que fueron "política lacaniana en acto", pero para decir a punto seguido que "al instituir este género Conversación, defiendo decididamente lo contrario de la práctica institucional de Lacan".

Cómo entender esta contradicción: por un lado "política lacaniana en acto", por otro lado "lo contrario de la práctica institucional de Lacan".

A mi juicio, J.A. Miller, antidogmatico, sigue a Lacan. Y lo sigue de la manera en que Lacan decía que podía ser seguido, es decir tal como lo formula en Televisión: "Hagan como yo, no me imiten."

La ECF -contra-experiencia, no de la IPA, sino de la práctica institucional de Lacan (!!)-.

No es exactamente "nuestra" experiencia institucional, pero estamos en la EOL, en la AMP indudablemente enganchados a ella, a "ese reverso que constituye respecto de la experiencia institucional de Lacan" (p. 91). Jacques-Alain Miller golpea sus manos para decirnos: despierten nuestra experiencia no es igual que la de Lacan.

Y de eso se trata me parece, el corazón de este libro. No se trata de "imitar" a Lacan, no es para eso que busca los principios de su política, se trata de "hacer lo mismo" que Lacan, que es justamente no imitarlo.

Se trata de poner a prueba los conceptos como lo hace él mismo a lo largo de su enseñanza, se trata de poner a prueba los dispositivos inventados por Lacan, no de creer en ellos. Se trata de poner a prueba la política que implica la orientación a lo real y sus consecuencias al nivel del grupo, teniendo también en cuenta el impacto de la época. Se trata de poner a prueba el Pase mismo, al estar abiertos a su renovación, a sus obstáculos, a sus hallazgos. Se trata de poner a prueba el concepto de Escuela, al hacerla existir con sus aspectos de subversión y de entusiasmo tanto como de administración y de tedio. Se trata de poner a prueba la experiencia institucional de Lacan, para extraer de ella sus fundamentos pero también sus callejones sin salida.

Ese poner a prueba es, a mi juicio, el marco de la política que Jacques-Alain Miller orienta, al orientarse por los principios de política lacaniana que extrae de Lacan. Y eso puede leerse, puede palparse, puede aprenderse en este libro.

Nueve años atrás en su Seminario "El Banquete de los analistas", más precisamente el 17 de enero de 1990, Miller decía esto mismo de este modo: "Una Escuela es un nuevo tipo de sociedad analítica que podría ir más allá del nombre del Padre a condición de servirse de él. Y más adelante invitaba a los analistas en el Banquete: Sírvase!, Sírvase del nombre del Padre!, si ud. no se sirve de eso, entonces caerá sobre su cabeza, lo aplastará."

Nos advierte hoy en este libro, el riesgo que corremos de quedar en la misma situación que el Amadeo (1) de Ionesco, obra que cita en aquel seminario, abrumado por no poder desembarazarse de eso que crece y crece y crece en medio de su casa.

Puede leerse en este libro, el esfuerzo por mantener abiertas las vías de la transferencia de trabajo de J. Lacan, por mantener eso vivo en la Escuela y en sus dispositivos. El esfuerzo incansable e intransigente respecto de ese horizonte estratégico,es lo que J.A. Miller trasmite en estas páginas, de un modo que impulsa a revisar, aquí y allá, en los lugares que ocupamos en la vida institucional y en nuestra relación con el psicoanálisis, la inercia que aún nos retiene.

Es del suspenso del futuro, abierto a nuestros propios actos y sus consecuencias de lo que nos habla este libro político.

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