“Una persona inteligente se repone pronto de un fracaso.
Un mediocre jamás se recupera de un éxito”.
Séneca
Dijimos que no es novedoso el recurso, y agregamos que tampoco es inteligente, por cuanto protestar, ganarse la antipatía y la falta de apoyo de los demás y poder ser procesado por un delito no implica habilidad alguna en la convivencia actual, aunque se la considere o se la padezca como desequilibrada. También desde estas columnas nos hemos preguntado a quién perjudican quienes cortan el tránsito por una ruta: ¿a las autoridades, contra quienes expresan los más variados argumentos, o contra inocentes transeúntes que ninguna responsabilidad tienen sobre los males que pesan sobre los manifestantes? ¿Se pensó que quien va a tomar un avión puede hacerlo por trabajo, por una tragedia personal, por distintas razones que le han implicado un importante gasto que está a punto de perderlo si no alcanza un avión? Y otro tanto con los automóviles, detenidos por horas, aun los lugareños del lugar del corte.
No se trata de frustrar un reclamo sobre una ruta, sino de evitar una serie de delitos comunes como, por ejemplo, contra el orden público (instigación a cometer delitos); contra la administración pública (atentado y resistencia contra la autoridad); contra la libertad (individual, de trabajo y hasta la privación de llegar al domicilio); contra la seguridad de la Nación (delitos que comprometen la paz y la dignidad de la Nación), y contra la seguridad pública (seguridad personal, medios de transporte y contra las comunicaciones, así como incendio y otros estragos). Estos hechos, ya instalados como una gimnasia protestataria, deben ser evitados, como dijimos, por cuanto, además del delito cometido y la vulneración de los derechos ajenos, son cometidos por pequeños grupos que no pueden comprometer la normal vida de un país, así esté sumido en una fuerte crisis económica, política y social. Nada puede justificar otro nada peor.
LEER LA REALIDAD
La prudencia perfecciona el intelecto práctico y la voluntad. Conoce y actúa el bien debido. Es regla y medida del acierto. Por ello subordina a los saberes y acciones operativas. Es medida de lo justo, de lo económico, de la guerra, de la pedagogía, y del empleo de los medios administrativos e institucionales.
Si bien las realidades no pueden ser divididas ignorando su totalidad, podemos distinguir algunos de sus aspectos sin separarlos de su unidad para llegar a formular un análisis más profundo. Podemos decir que, en la prudencia, la inteligencia está orientada al aquí y ahora; la memoria nos mueve a buscar recursos en la historia que den alguna herramienta para actuar sobre el presente; el razonamiento nos sirve para saber discurrir de unas verdades a otras; la docilidad refiere a saber ver y oír la realidad y aceptar consejos. También podemos ver partes como la sagacidad, la previsión y la circunspección, para configurar rápidamente las situaciones presentes e intuir soluciones, y ordenar, acomodar y asegurar los medios para llegar al fin deseado en las circunstancias adecuadas; y la precaución, para evitar confundir el bien con el mal.
Tomando en cuenta este breve análisis, podemos decir que un buen político no es el que trae ideas frescas e innovadoras o el que presenta proyectos que han tenido buenos resultados en otros lugares. Un buen político es el que sabe leer la realidad, la conoce, y puede actuar sobre ella sin atarse a estructuras ideológicas.
(Columna de opinion del Diario La Prensa)
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